Elogio de los sabores del mundo: La Hallaca



En la hallaca confluyen todo un mundo de sabores.

Esta primera afirmación, lugar común, remite a una amplia geografía que pone en común muchos pero muchos lugares: los de todo el paladar que, a su vez, tienen eco en una diversidad de puntos del mapamundi; todos ellos tan diferentes como dispares. ¿O afines?

La decisión la toma el espíritu de la memoria alojada en nuestras papilas gustativas cuando, al cerrar los ojos, nos inundan la alegría y sabor que vivimos desde la infancia, con nuestra familia y en el mejor momento del año. ¡Huele a Navidad!


I.                   Geografía de razas y sabores del mundo entero

 

La fachada exterior de la hallaca, verde oscuro y firme por sus hojas de plátano, cumple la función que da origen a su nombre, de raíz aborigen-guaraní, “hayaca”: envoltorio o paquete. Y aunque el plátano no tiene sólo ascendencia indígena, pues también es oriundo de África - el vocablo ‘banana’, re-percute sonoramente con ritmo de tambor africano -, el regalo que nos ofrece al separar las hojas, devela y revela aquello de lo que estamos constituidos los hombres, según la tradición maya vertida en el libro sagrado del Popol Vuh: de maíz.

La masa corporal de la hallaca está hecha de América; y así mismo su color amarillo-rojizo proveniente, la mayoría de las veces, del onoto.

 

“En el azafrán que colorea la masa y en las almendras que adornan el guiso están los siete siglos de dominación musulmana.” [1]

Como también, en las alcaparras.

 

Y es que, los ingredientes hallaquianos traen de tan lejos sus sabores como de Indonesia, cuna del clavo de olor.

 

 

II.                Sin embargo, la hallaca es de Venezuela…

 

El arroz chino cuando emigró a Venezuela, se hizo venezolano. No es broma, esto. Una rápida consulta por Internet, permite constatarlo. Al teclear, arroz chino venezolano, se ofrecen casi tres millones de resultados (en 0,52 segundos).

Si chino es el apellido del arroz, el ají dulce le otorgó la nacionalidad gastronómica venezolana.

 

El cachito de jamón nació en Venezuela, pero lo dieron a luz manos de portugueses inmigrantes…

 

Y así, espaguetis, shawarmas, paellas, y montones de platos más del mundo entero, se sintieron bienvenidos y se sentaron confortables en la mesa venezolana. Y se quedaron para siempre.

El nuestro es un país caldero en el que se han encontrado desde hace mucho pero muchos años, sabores inmigrantes e inmigrantes con todo su sabor. El resultado es una amalgama única y original que, como mejor se entiende es, degustándola.

 

Eso mismo es la hallaca:

 

El espacio perfecto donde hallaron acogida, refugio, calor y gusto todos sus miembros ingredientes, ¡la sagrada familia venezolana!

 

Ellos vinieron de todas partes del mundo, a asentarse en Venezuela.

 

        

III.             …para todo el mundo

 

Una vuelta de revés.

¡Y qué revés para tantos de nosotros, venezolanos, hijos de emigrantes ahora emigrantes nosotros!

 

El Nuevo Mundo de vuelta al Viejo.

A España hemos emigrado, para el año 2020, casi 200 mil venezolanos. Sólo en Barcelona, residimos unos 20 mil. Y hemos venido aquí con nuestra arepa bajo el brazo.

 

Aguademaíz cumple en Barcelona su primer año.

La imagen que, se nos ocurre, recoge mejor en qué consiste abrirse paso en esta ciudad de las mil nacionalidades y tan orgullosa de su identidad y lengua, es la mano del pilón (o mazo) abriéndose paso por entre los duros granos de maíz, para terminar masa suave y blanda entre las manos trabajadoras.

Aquí es tan importante mantener el ritmo de la perseverancia como el amor y la alegría con la que sorprendes a propios – paisanos – como a extranjeros – catalanes y demás rostros del mundo -. O, mejor dicho, al revés, a los extranjeros que somos nosotros y a los propios, Jordis y Montserrats de esta hermosísima tierra de acogida.

 

Esa alegría es la que continuamos llevando, con nuestro sabor único e inigualable, al paladar del mundo entero aquí fusionado, metáfora acabada o denotación literal del perfecto pastel de maíz venezolano, ciudadano del mundo:

 

¡La Hallaca!



[1] Cartay,R., (2003). El pan nuestro de cada día, Caracas, Venezuela: Fundación Bigott.

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