Sobre el origen del Café y las antiguas leyendas.


El Café
(Coffea arabica)



Hubo un tiempo, donde se creyó que el cafeto era una planta originaria de Arabia Feliz, tierra que hoy llamamos Yemen. Pero según antiguas leyendas, este primitivo arbusto es nativo de la remota Abisinia en Etiopía. Las leyendas fueron escritas por poetas orientales inspirados en la “fragante bebida”, y hablan  sobre pastores de cabras y monjes apartados en lejanas praderas, sobre un príncipe desterrado por inmoral y sobre un hombre buscando mejor fortuna. Según estos añejos poetas el linaje de tan “fabuloso arbusto” se remonta a “un jardín sonoro de arpas (…) y lo vieron monjes que en los floridos boscajes de Abisinia apacentaban sus rebaños de cabras, mientras disfrutaban del acompasado rumor de las aguas del río Omo.”

     Las viejas leyendas cuentan que el hallazgo de la mágica bebida lo hizo un monje pastor de cabras llamado Kaldi; miembro de un monasterio ubicado en una recóndita tierra de nombre KAFFA. Día tras día, Kaldi llevaba el rebaño de cabras a pastar “a valles y praderas de algunas de sus escarpadas montañas, cubiertas de arbustos de diferentes especies, de los cuales obtenían su alimento.” Un día se dio cuenta que sus pacificas cabras estaban despabiladas y jugaban, sin cansarse, en torno a él.  Impresionado y curioso vio que se comportaban así cuando el rebaño comía de “arbustos cubiertos de brillantes hojas verdes, cuyas ramas sostenían racimos de frutos escarlatas.” La curiosidad del pastor Kaldi hizo que preparara una bebida con el fruto y las hojas de la vistosa planta “…y de inmediato se sintió poseído de muy extraña y dulce sensación de alegría. Transformando su monótona vida en permanente bienestar.” Luego, Kaldi, muy generoso, decidió compartir su descubrimiento y la dicha que le producía la bebida y le “…refirió sus efectos a los monjes de su monasterio quienes, al oír tan extraña relación, procedieron a probar la infusión…”    Probaron y acordaron que con aquel “agradable elixir podían soportar mejor las vigilias exigidas en las reglas de su comunidad.”

Al mismo tiempo, en otro lugar, hacia el año 1.420, un naturalista musulmán llamado  Gemaledin cumplió su deseo de llegar hasta las recónditas tierras de Abisinia. Viajó  “desde Arabia Feliz hasta la costa de Etiopía…” buscando “noticias sobre el hallazgo de un precioso vegetal, con cuyos frutos se curaban todas las dolencias físicas.”  Con la esperanza de encontrar este regalo celestial, arrancó su difícil y prolongado viaje a través de “riscos de cordilleras carentes de plantas” comestibles, padeciendo cansancio y sed hasta quedar agotado y sin fuerzas.

Un día, después de haber reposado, restableció la marcha y  “…en una pradera aún humedecida por el rocío, felizmente descubrió la presencia de un modesto monje… que apacentaba un rebaño de cabras de lustrosa piel.” El monje pastor lo recibió con mucha hospitalidad. Gemaledin le contó que venía de muy lejos y había llegado a tan apartadas tierras buscando “una planta milagrosa, de cuyos frutos se obtenía una bebida que, al ingerirla, producía euforia y atenuaba el cansancio.”  Pero el naturalista no sabía que estaba hablando con Kaldi, el creador del maravilloso tónico. “El monje pastor, el primero en disfrutar de la mágica bebida, fue hospitalario con su inesperado huésped: le confirmó la veracidad de la existencia del fabuloso arbusto y de la bebida obtenida de sus frutos…”

Gemaledin estaba ansioso por regresar a su tierra y dar a conocer su descubrimiento. Organizó su viaje de regreso y solicitó al monje pastor que le ayudara con provisiones para tan largo y difícil camino de regreso. El monje pastor le ofreció alimentos de todo tipo pero especialmente le regaló muchos arbustos de cafeto y le explicó con detalles la manera de sembrarlos y el modo de preparar la bebida “obsequiándole suficiente cantidad de infusión y asegurándole que con solo consumirla periódicamente tendría suficiente para hacer un viaje desprovisto de fatigas, placentero y feliz.”

Llegó  Gemaledin a su tierra natal, ese “oculto paraje en el Valle de Yemen”, y sembró la planta del cafeto tal como el monje pastor le había enseñado. Allí cultivó y pronto recogió una abundante cosecha “a pesar del adverso clima caluroso del desierto, tan diferente al de las umbrosas y frescas selvas de Abisinia.” Y así, Gemaledin,  llevado por su generosidad,  regaló semillas de cafetos a todos  a sus vecinos de la comarca. “Y a medida que se extendía la fama de la novedosa y fragante bebida, el comercio de la azulada almendra conquistaba nuevos territorios, iniciando así su capacidad invasora…para llevar bienestar, en lugar de penas, como otras invasiones.”

“El gobierno y pueblo de Arabia Feliz prodigaron a Gemaledin los justos honores a que se hizo acreedor por haberle proporcionado a su país la riqueza de la sin par y singular bebida. Se hizo famoso, hasta alcanzar el gentilicio de Gemaledin Abu Mahamet Bensin, para glorificar su aldea natal. Se bendecía su nombre deseándole el paraíso de Alá. Historiadores que se refieren al origen del cafeto, afirman que la muerte de Gemaledin ocurrió en el año 1497.”


(Todas las citas expresadas en cursiva corresponden al libro LA MAGIA DEL CAFÉ, Jaime Henao Jaramillo, Caracas 1.992, a propósito de los 50 años de Café Fama de América)

Nota: Sirva el presente escrito, basado en el libro arriba citado, como difusión de nuestro acervo cultural y todo lo que implica para el desarrollo y permanencia de nuestra historia y cultura gastronómica. sin otro propósito que aquel de compartir con los visitantes de este blog, las lecturas interesantes y educativas que llevamos a cabo los fundadores de Aguademaíz, Culinaria Vernácula.

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