Semana Santa en Ciudad Guayana

Las veces que regresé a Guayana sentí un odioso desarraigo. Esta vez, cualquier herida del pasado se derramó sobre el tiempo hasta secarse y no provocar desdén por la tierra nativa. Ninguna distancia separó los sabores que atizaron el fogón del cocinero venezolano que hoy procuro ser.

Busqué con ganas el sabor de la tierra en sus alimentos. No tardé en ir al mercado de San Félix. Fui directo al puesto de la negra Celestina, tiene unos treinta años cocinando desayunos y almuerzos en el mercado; su negocio se llama “Tiempodeagua”, siempre me gustó ese nombre. Escucho su voz cálida que me dice:

_Mijo bello volviste, lo sabía, esta es tu tierra amor. Toma, come_

Una arepa asada bien caliente con queso guayanés, la bienvenida y el festejo en aquel desayuno.

El queso guayanés del mercado de San Félix, naturalmente es el mejor. Bien fresco, traído de Upata. Con sabor y textura únicos: tierno, se deshace en el paladar sin ser cremoso y un punto de sal que no supera el sabor a leche fresca. Suelta mucho suero que deja olor a pasto, a hierro, a zinc.

_ ¡Gracias negra!_ Y me como aquella arepa mientras la siento entrar en mi cuerpo, igual a la savia bruta que bebe una raíz sedienta y cuyo desarraigo estuvo a punto de secar.

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