LITERATURA

Caracas, 17 de Abril de 2012


La ciudad que no vuelve.

“A pesar de sus 40 mil automóviles y de sus 400 mil habitantes, de gran números de bares, boites, dancing, restaurantes, cines y hoteles, Caracas tiene de noche cierto aire conventual, comenta en 1942 el celebrado autor de “Cubagua” ­_. Las ventanas están cerradas, las calles desiertas. (…) Al norte, el Ávila, se perfila la torre del Panteón. Al sur corre el Guaire, despojado de verdor de Sauces. Al oeste Catia, sitio de los primeros establecimientos. Al este se desarrolla la gran arteria natural del futuro. Gentes de toso los países se apoderan de ella. La ciudad de los techos rojos se encuentra hoy en la ruta de un gran éxodo…”
(GUILLERMO JOSÉ SCHAEL Caracas, La Ciudad que no vuelve), Gráficas Edición de Arte de Ernesto Armítano, 1.968, p. 10)









Caracas, 6 de Abril de 2012



LOURDES Y EL HORIZONTE DEL ESTE.

“Desde el monte del Calvario pude ver el Este: verdes campiñas de las haciendas de Caracas… una vista muy hermosa.”

“Lourdes y el horizonte del Este”, es el título del primer capítulo con el que comienza GUILLERMO JOSÉ SCHAEL su libro CARACAS, La Ciudad que no vuelve.

Nos cuenta que la capillita del Calvario fue construida en honor a la VIRGEN DE LOURDES, en el año 1.885. Y resalta el hecho de que se hizo en menos de 3 meses: el 25 de Enero de 1.885, se ordenó construirla y el 22 de Abril de 1.885 se cantó en ella la primera misa.

Tarea pendiente:


¿Quién o quiénes tuvieron la idea y la dibujaron?
¿Quién o quiénes patrocinaron o pagaron la construcción tan inmediata de esta capilla?
¿Cuál fue la razón o el motivo: religioso, político, económico?

Al parecer tan asombrosa ejecución arquitectónica revela "el espíritu visionario y el amor" de nuestros antepasados por el país .

Y también trae aire fresco a mi desamparado sentir venezolano.

Pero si ayer escribió el señor Schael: “Lourdes y el horizonte del Este”; hoy sería mejor decir:
“LA CAPILLITA DE LOURDES EN EL CALVARIO, QUE LA GENTE DEL ESTE NO VISITA. …Y tal vez la gente del Oeste tampoco.”

Así señor Schael, tuvo razón, la Caracas de 1.900, quizás duró un siglo, hasta que el parapeto de país petrolero que tenemos acabó con ella. Pongamos un período: Venezuela, Caracas de 1.830 a 1.930.

¿Qué tipo de ciudadanos, venezolanos, fuimos otrora que no pudimos conservar lo que edificamos durante un siglo?

Ciudadanos ricos, intelectuales, militares, bachilleres, profesionales, artistas, políticos, civiles, comerciantes, campesinos, extranjeros, mendigos y pobres.

Supongo que a todos en ese entonces…


Los deslumbró lo material y, a su sano vivir lo alcanzó el superficial lujo que trae comodidad y status al que lo logra.

La modernidad, vestida de progreso agredió sus costumbres rurales y pueblerinas.
Y negaron con desprecio lo que eran, un pueblo.

(Les fue fácil destruir lo que habían hecho, quizás porque nunca fueron algo concreto)

Hoy, duele el amor por mi tierra.

A veces corre por mis venas, como gen heredado, ese dios destructor de ciudades…
Y me pregunto: ¿Qué somos hoy en día los venezolanos?
Ante el pasado que narra en sus escritos me entristece no entender tanto vacío de identidad, y seguro que en lo profundo.

Si señor Guillermo Schael, muy fuerte la lujuria que descarnó el petróleo.
Ante el pasado fuimos aquellos hombres y mujeres capaces de sacar del fondo de la tierra aquel líquido negro y vaciarlo hasta cubrir por completo a  la pequeña ciudad de techos rojos.

Y lamento no poder brindar paz a su descanso eterno, pues los venezolanos hoy, peor que nunca, insistimos en vivir sólo del petróleo. Por lo pronto sólo prometo que buscaré el modo de visitar la Capillita de Lourdes en el Calvario y averiguaré sobre sus edificadores. Será mi tarea en honor a su legado.

“…de lo que fue en realidad Caracas antes de haber sido borrada por la incontenible acción del progreso en un lapso menor de veinticinco años, hecho que puede considerarse insólito en la historia de las ciudades americanas.” (Guillermo José Schael, Caracas, La Ciudad que no vuelve, p. 7)






Caracas, 31 de Marzo de 2012

Extracto de “Pionía”, M.V. Romero García.  

Sólo por la manera como describe su entorno, el de su tiempo... ¡Amo mi país!

“_ La ciudad se despertaba: tras de mi iban saliendo los artesanos soñolientos restregándose los ojos y bostezando; porque este frío de Caracas a las 6 y media de la mañana, más provoca dormir que trabajar. Llegué al Rincón, dejé la carretera y eche cueste arriba, camino viejo de El Valle, mientras Tierra de Jugo, con sus mármoles y su eterna tristeza, rodeado de desiertas y ahumadas tejerías se perdía a mi derecha. Que de panoramas y recuerdos. La capital tendida a los pies del Ávila, apoyándose en aquellas colinas que tornaban a vestirse de esmeralda con las primeras lluvias.”

Schael, Guillermo José. CARACAS, LA CIUADA QUE NO VUELVE.  Impreso en el año 1.968 por Gráficas Edición de Arte de Ernesto Armítano. 10 MIL EJEMPLARES.




Caracas, 30 de Mazo de 2012

Recuperando la memoria, pues el mundo va muy a prisa; somos muy snobistas y cómodos. 


1.909 “La ciudad que se fue.”
Libro hijo del amor.
Amor por la ciudad que se va yendo: ¡Ojos desconcertados!
El recodo: calle estrecha.
Perro echado, soñoliento…
Rancho, ventana, madera,
“Asoma su sonrisa un encendido clavel.”: en tiesto humilde.
Añosos árboles:
Frondoso ramaje, cerrado como un vestido.
Ofrecen fresca sombra a los viejos caraqueños que descansan en la Plaza Mayor.
Ciudad amenazada de muerte: motivo de meditación,
Remembranza de una “urbe caraqueña solitaria y calmada.”
 “Por sus calles aún se oía el paso de los transeúntes.”

Inspirado en el libro Caracas, La Ciudad que no vuelve, de Guillermo José Schael. Impreso en el año 1.968 por Gráficas Edición de Arte de Ernesto Armítano.







Quiero extraer completa y textualmente el siguiente texto, palabras escritas por nuestro gran profesor Rafael Cartay en su libro "La hallaca en Venezuela". Es un texto hermoso, una prosa que llega al alma, dedicada a todos aquellos hermanos que han dejado nuestra tierra por causa de las injusticias que vivimos en el presente.

POST SCRIPTUM

"YO RESUELVO QUEDARME AQUÍ, sucede lo que sucediere. Estoy muy viejo, muy acabado y creo que mi vida no ha de durar mucho tiempo". Así escribía el 16 de mayo de 1917 el novelista Manuel Vicente Romerogarcía, autor de Peonía, publicada en 1980.

Cinco meses mas tarde moría Romerogarcía. Llovía torrencialmente, y a su entierro sólo acudieron dos amigos.

Escribía desde Aracataca, el Macondo colombiano de Gabriel García Márquez, fuera de su país, donde murió, pobre, abandonado y solitario: "Hace tres meses que no uso medias y hace un año que me cambio de ropa cada tres semanas".

Casi terminado este libro, he recibido una infausta noticia: un amigo se marcha del país en una suerte de exilio voluntario.
Hace seis meses, en diciembre pasado, otros dos amigos y sus familias, dos hermanos para mí, decidieron alejarse, dejaron su casa, abandonaron su país, con la esperanza destrozada y los nervios alterados.
En la penumbra de mi biblioteca, he escrito un poema sobre los que voluntariamente se alejan, quizás para siempre...

Recuerdo, entonces, en procura urgente de la fe en las cosas que me rodean y a las que amo, unas palabras de Nelsón Mandela, que estuvo muchos años preso por haber luchado contra la injusticia en su país. A un amigo, que atravesaba una gran desgracia, le escribió:
"Me maltrataron física y emocionalmente. No pude ver crecer a mis hijas. Me separaron de mi mujer, cosa que acabó con mi matrimonio. Entonces comprendí que podrían arrebatarme todo, menos mi mente y mi corazón. Y decidí que no iba a dárselos. Es la única decisión que debe usted tomar ante lo que está sucediendo. Tiene que decidir qué está dispuesto a ceder y qué no. Ya le han arrebatado suficientes cosas. Yo que usted no les daría nada más. ¿Por qué? No tiene por qué".

Mientras usted no se deje vencer, mientras no se le amargue la vida, mientras no esté permanente furioso, mientras sea capaz de olvidarlo y luchar por seguir adelante, todo saldrá bien".

Horacio, el gran poeta latino, modelo de las virtudes clásicas de equilibrio y mesura, escribió, cerca del año en que nació Jesús: "Cambia de cielo, pero no de ánimo, quienes surcan el mar".

No habrá, es cierto, otro mar, ni otro cielo, ni otras montañas más familiares para ti que estas de las que te alejas, porque tu ánimo seguirá siendo el mismo. Ni habrá otros ojos y otros brazos más cálidos y próximos que éstos que abandonas. Ni habrá otro campo de batalla más luminoso que éste para entablar combate por ti mismo y los tuyos. No habrá, te lo juro, no habrá jamás.

Los sueños no son negociables, deberías haber dicho en vez de partir.

Arundhati Roy, joven novelista india que, a pesar de su juventud, ya ha conocido el desprecio de los suyos, ha dicho que "El único sueño que vale la pena tener es que vivirás mientras estés vivo, y no morirás hasta que hayas muerto". Palabras crípticas que, según ella, quieren decir: "Amar. Ser amado. No olvidar nunca la propia insignificancia. No acostumbrarse nunca a la violencia inclasificable y a la vulgar incongruencia de la vida a tu alrededor. Buscar la alegría en los lugares más tristes. Perseguir a la belleza hasta su guarida. No simplificar nunca lo complicado ni complicar lo sencillo. Respetar la firmeza y la decisión, pero nunca la fuerza. Probar y aprender de los errores. No mirar nunca hacia otro lado. Y nunca, nunca olvidar".

Uno no debería negociar este cielo tan prístino mi el futuro de esta gente que te mira con los ojos absortos y las manos vacías.
No, no debes negociar esas cosas que han echado raíces en los lugares más recónditos de tu alma.
Desde lejos, quiero que tengas presente al menos algunos pequeños trozos de tu país que ahora enfrenta una situación penosa, como otras que antes ha enfrentado a lo largo de su vida y que ha superado..."

(RAFAEL CARTAY, La Hallaca en Venezuela, Fundación Bigott, Colección en Venezuela, 2003)