La
arepa.
Parte IV
- Recopilación
de su información como elemento histórico tradicional de Venezuela y
Latinoamérica.
- Elaborada
con harina de maíz pilado y pulverizada, agua y sal.
El
segundo sábado de septiembre, cada año, es la fiesta mundial de la arepa. Ocurre así desde el año 2013; tan sólo
hace tres años, pero se está probando el reconocimiento a nivel mundial de
nuestra gastronomía venezolana.
Fragmentos:
LA HISTORIA DE LA REINA PEPEADA.
«La arepa es la huella digital de nuestra
nacionalidad. La diversidad de nombres estrambóticos de las gustosas arepas
(tostadas venezolanas hechas de harina de maíz) no tiene paralelo en el mundo.
Hoy en día tenemos a La Catira (pollo
mechado con queso amarillo); La Peluda
(carne mechada con queso amarillo); La
Rumbera (carne de pernil con queso amarillo) y La Viuda (arepa sin relleno alguno). No obstante La Reina Pepeada es la arepa más famosa
del país. Su receta original consiste en una arepa (tostada venezolana) rellena
de pollo guisado y luego horneado, acompañado de longas de aguacates y granos
de petit pois. Actualmente, los
establecimientos la rellenan con ensalada de gallina, mayonesa y aguacate. Su
creador aún está vivo, se llama Heriberto Álvarez, tiene 83 años y es nativo de
Las Araujas, una población del estado Trujillo. Aprovecho para incluir en este
libro sobre la gastronomía venezolana la siguiente narración, que me envió un
amigo gourmet realizada de una manera
libre por Heriberto Álvarez.
La
autoría de La Reina Pepeada no es sólo mía sino también de mis seis hermanos ya
fallecidos y, por supuesto, de mi ingeniosa madre: María de los Santos Álvarez,
que en paz descanse. Todo comenzó cuando mi papá murió, estando nosotros muy
jóvenes. Mi mamá nos trasladó desde Trujillo para Caracas en un camión de
estacas. Nos instalamos en la Esquina de Cola e¢ Pato, en El Guarataro. Allí montamos un
negocio de empanadas. Se hicieron tan famosas que la gente se venía desde El
Paraíso, expresamente, a probarlas. Como nos fue tan bien, pudimos abrir otro
local de Maderero a Bucare, cerca de la Plaza Miranda. Mis hermanos y yo le
pusimos El Chance. Fui allí donde vendimos las primeras tostadas. Nuestro
primer cliente se acercó a las ocho y media de la mañana, en octubre del año 49.
Nos pregunto: ¿Muchachos, qué es eso de tostadas? Le explicamos que así se le
decía a la arepa rellenita en Trujillo. Pidió una de queso de mano y se la
devoró gustosamente. En ese momento se llamaba Alfredo Sánchez, vivía a una
cuadra del negocio y era un aficionado al canto. Después se convirtió en
Alfredo Sadel. Imagínese que suerte nos dio ese señor de ser el primero que se
comiera una de nuestras arepas.
Con
el tiempo fuimos creciendo y, en el año 55, abrimos Los Hermanos Álvarez en La
Gran Avenida, la que comunica Plaza Venezuela, con Sabana Grande. Estábamos en
un punto estratégico, porque teníamos al lado la hermosa floristería de las
hermanas Belloso y un negocio muy visitado que se llamaba Todo París. Nuestros
clientes fijos eran Aquiles Nazoa, Oscar Yanes, Billo Frómeta y Abelardo Raidi,
entre otros. Ese mismo año, la señorita Susana Duijm ganó el Miss Mundo. Para
rendirle homenaje, vestimos de reina a una de nuestras sobrinas, que tenía a
penas 12 años. La sentamos como en un altarcito para que la gente la viera en
el establecimiento. Entonces pasó un señor y nos preguntó por qué teníamos a
esa niña allí. Le explicamos que era un homenaje a la nueva soberana de la
belleza. Nos dijo: ¡pero si yo soy el papá de Susana! Se las voy a traer para
acá. Y así fue. Un viernes, como a las 10:00 de la noche, se apareció la
señorita Susana con su papá. Yo le di una tostada en sus manos y le dije: Mire,
esta tostadita se la preparó mi mamá especialmente y se le va a llamar La
Reina, así como lo es usted. Ella me dijo: Muchas gracias, y se la
comió con un juguito. Y como en esa época, a las mujeres de buenas curvas, así
como Susana, se les llamaba pepeadas, le pusimos ese apellido a la arepa.
Mantuvimos el negocio hasta el año 68. Otro que nos promocionó
incondicionalmente fue Renny Ottolina. ¡Cómo se portó ese señor con nosotros!
Las
arepas La Reina Pepeada, se preparaban amasando muy bien la mezcla y se le
incorporaba una cucharadita de mantequilla. En aquella época se conseguía la
marca Alfa, que era muy buena y salía barata. Así, la masa adquiría una textura
más flexible y perdurable. Una vez que se les daba la forma, las arepas iban al
budare por cinco minutos, luego al fogón hasta que se les levantaba la
conchita, lo cual indicaban que estaban listas. El relleno, originalmente, es
un pollo macerado: mi mamá primero lo sancochaba y le ponía bastante aliño y lo
dejaba hasta el día siguiente en la nevera. Después lo horneaba y
posteriormente era que le sacaba las lonjitas para rellenar la arepa. Una ocurrencia
de ella fue ponerle aguacate. Y como en el negocio teníamos petit pois, porque
a la gente le encantaban, entonces los añadimos a la arepa.
Después
de La Reina Pepeada vino otra arepa que también se hizo famosa. Era La
Multisápida. La llamamos así porque Rómulo Betancourt hablaba, en los
cincuenta, del surgimiento de una política multisápida. Queríamos hacer alusión
a algo que estaba sobre el tapete. La nuestra tenía un poquito de queso, otro
poquito de chicharrón, otro de pollo… Bien bonita, eso sí. No menos famosa fue
La Prohibitiva. Era una tostada rellena de caviar, un invento de uno de mis
hermanos como estrategia de ventas. La Reina Pepeada costaba un bolívar y la
gente de se quejaba de que era muy cara, ya que las demás no pasaban de real y
medio o real y cuartillo. Entonces pusimos La Prohibitiva a 27 bolívares para
que La Reina Pepeada luciera mucho más barata. Pero el venezolano siempre ha
sido muy pantallero. Nunca faltaba alguno que llegara y dijera a todo gañote:
¡Álvarez, dame una prohibitiva!, y en secreto te susurraba: de queso de mano.
Todo era aparentar que podían pagar una cosa que nunca se vendió.
Otro
de nuestros productos principales lo llamamos Sistema Nervioso. No era más que
el mondongo. Le pusimos así por un borrachito maracucho que siempre nos
visitaba y pedía: Dame un nervioso. Según él, era lo único que le quitaba el
malestar. Pero el cliente, quizás, más importante que tuvimos fue el señor Luís
Caballero Mejías. Una noche se presentó con una bolsita de harina y nos dijo:
Muchachos yo preparé esta mezcla a ver si las arepas me quedad igual a las de
ustedes. Nos pidió que la probáramos y nos explicó que eran dos kilos de maíz,
primero sancochados, luego molidos y posteriormente secados. Nos fue muy bien
con esa mezcla. Y cómo no, si los que nos estaba dando era la fórmula de la
harina pan. Un día se presentó un señor Lorenzo Mendoza y le compró la receta». [1]
[1] HERACLIO E. ATENCIO BELLO,
Nuestra cultura gastronómica: origen, influencias y mestizajes, Fundación
Venezuela Positiva, Año 2008, Pp. 36-38
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